Deshojando las horas en el tiempo

 Saludos amigos,

Aún inmersa esta escritora en un proceso gripal, con el pensamiento turbio, fiebre y dolor de cabeza, había decidido trasladar la anunciada entrada de enero hasta el próximo febrero, confiando reponerme entretanto. Sin embargo, busqué algún texto en mis libros que me permitiera evitar seleccionar noticias y su conversión en texto de blog. Y me decanté por un cuento propio, publicado en Triannual I. El contenido del cuento, ya estaba datado en mi archivo en 2006, y  lo incorporé a Triannual en 2017. Lo he seleccionado para esta entrada y recortado para no ser demasiado largo. Trata del Tiempo, en modalidad "Hora". Estos conceptos sobrevuelan con frecuencia en mis escritos, con seriedad o con ligera ironía. Y así resulta:

"Los días están compuestos de horas sucesivas, pero en realidad no hay tal cosa ya que --para nosotros-- el tiempo se guía por la luz, al deslizarse las hebras del sol que sale y se pone, creando una rutina: pero esas horas (que nos acosan a diario) las hemos inventado y elevado a categoría universal, como instrumento para imponer una normativa convencional (haciendo de la hora el efecto y siendo la causa el tiempo). El horario, pues, al estar ya compartimentado, acordado, pactado y acatado rige la rutina de nuestras actividades, que habríamos realizado de forma más cómoda, sencilla y natural si el sentido de la obligación no nos acosara.

    Así es todo en el grupito biológico que nos crea, creyéndonos tan grandes y osados como para dominar el orbe entero, aunque ¿nos hemos enterado de que el Sol es solo una estrella entre los cincuenta mil millones que conforman la galaxia? ¿Y somos conscientes de que puede haber cien mil millones de galaxias? Entonces ¿Qué significa nuestra escueta hora y qué representa en nuestro escuálido tiempo? Pues solo es un episodio cronológico en un mundo dominado por los que somos feroces dueños deterministas de la vida en el planeta, donde solo nos ponemos a negociar después de luchas increíbles, destrucciones impactantes y matanzas indiscriminadas. Sin embargo, hay un acuerdo global pacífico: la medición del tiempo mediante el horario, entronizando al reloj como el gran Moloch de toda la vida de la Tierra. ¡Original nombre para un planeta acuático!

   Todo transcurre al paso de alguna hora (que no tiene virtualidad material) pero la medición horaria implica el sometimiento al mecanismo físico del tiempo, a todos los niveles, situándonos (como las minucias que somos) a la potestad de la dictadura horaria (que evidentemente no es la única que sufrimos a nivel terrenal). Así pues, ¿Qué pensaría de la convención temporal global el E.T. que llegase, algo equivocado, a esta tierrecita-granito de arenita cósmica, en una galaxita del extrarradio celeste en una nebulosita medianita? 

   Pues es posible que la situación terrestre haya sido objeto de debate en una posible tertulia galáctica, a nivel de juegos espaciales, que puede ser algo así:

--Pero, Salakarof, cacho burro (no me consta que haya burros en el espacio), mira lo que he descubierto en el "Rebanador de noticias alienígenas", informativo gestionado por el Gran Servidor de la Comunicación galáctica, pagado a plazos: ¿Pues no has sido tú, animal, (esta palabra tendrá otra significación en parlamentos alienígenas) quién estuvo jugando, con una apuesta cósmica, en aquella resabiada bolita de cieno bajo su sol, y sembrando ideas inconvenientes?

-- Sí, bueno, fue un tour turístico que compré al Operador Galáctico del Universo lateral, ya sabes, para entrar en el Sector pequeño, el de los veinticinco mil millones de estrellas del último circuito ¿A ti por qué te molesta, Gurbicio?

-- ¡Porque eres un demonio de cotilla, Salaka! ¿Por qué soplaste una idea en sueños a un empleado de agencia de patentes de la tribu primitiva de abajo? ¿Y le donaste lo que esos enanos llaman "Teoría de la relatividad"?

-- No me culpes, Gurbi, jugaba a "Casualidad y soplido" con Jagasdino y necesitaba encontrar algún peón de esa zona solar, o perdería. Pero tuve suerte en encontrar a ese terrano y gané la apuesta, así que le di la información como premio. No me chilles, porque conseguí la mano y ahora son mías las parcelitas de Rigel y Altair. Me las apuesto contigo y jugamos al "Vuelve y resopla".

-- ¡Vete al agujero negro, Salaka! ¿Y quién te manda activar inteligencia en esos simios enanos? Bueno, vámonos porque tengo una partida de cartas en la galaxia trillónica de la nebulosa cuarenta. Eso es serio y no estos juegos infantiles." FIN.

Bueno, cuando escribí el cuento originario (debió ser algún año antes de la primera copia de mi archivo) no tenía fiebre. Así que si el lector ve síntomas febriles en el texto, créase que sí que la sufro en estos días epidémicos: culpen a eso del deslate del cuento y del resultado de la actualización del texto. Y ¿por qué no? También endosen al cambio climático los resultados epidémicos.

Sea así, o no lo sea, amigos y lectores, gracias por su paciencia y háganme el obsequio de volver a este blog Triannual en la próxima entrada que (si todo va bien) podré razonar mejor y  subirla entre el 8, sábado, y domingo 9 de febrero.

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