Naturaleza y derecho de propiedad

 Publico estas líneas como un homenaje, más que merecido, a la labor desarrollada por la sociedad protectora, ya lamentablemente desaparecida, para la que escribí numerosos artículos durante unos cinco años, lo que aumentó mi conocimiento acerca de una enorme cantidad de barbaridades cometidas contra el entorno, el medio ambiente y los animales que sobreviven en el Planeta. En su recuerdo reproduzco a continuación, casi en su totalidad, la entrada que se difundió en su blog (acmatceroblogspot) en abril de 2013, y que quizá no sea la única a la que le dé nueva vida en esta otra publicación. Fue un honor colaborar y no lo olvido.

                                                     ¿España no es Europa?


   Me encontraba, excepcionalmente, de visita en una playa vacacional (una de las muchas de la costa española, eso sí, con una gran presencia extranjera, especialmente de europeos), de esas masivamente anheladas y envidiadas, ya sea por sus dotaciones, su territorio, su situación, su clima, cuestiones todas que no voy a comentar. Adosada a mi residencia eventual había otra casa idéntica y que había sido vendida hacía poco por -a mi parecer- una cantidad escandalosa de euros (dado su básico diseño y decrépita estructura), a "unos europeos". En aquel momento una pareja, en efecto de esa procedencia pero no identifico aquí el país concreto, aterrizó a tomar posesión de su propiedad.

   La casa tenía delante un parterre, no muy grande, donde lucían al sol muchas plantas de pitas medianas y grandes, verdes, rozagantes, con aspecto de llevar muchos años arraigadas, más unos cuantos arbustos variegados de más de medio metro de alto y, además, un arbolillo de cierto tamaño. Para mi pasmo, por orden (me dicen) concreta de los nuevos dueños, unos trabajadores arrancan plantas y arbustos, uno tras otro, en ocasiones troceándolos para manejarlos con más facilidad, o bien enteros y con raíces al aire y los arrojan en montón a un lado, mientras desmochan el arbolillo. Les pregunto si los que han arrancado enteros se van a trasladar a otros lugares comunes del complejo vacacional (que los hay, muchos y vacíos) y me dicen que el "encargado" del mismo no las quiere replantar y que se van a tirar.

   Y, en efecto, pude ver cómo, carretilla tras carretilla y vertidas en el contenedor callejero para los desperdicios, aquel enorme montón de las antaño felices, sanas y hermosas obras de la naturaleza, artificialmente situadas por humanos en un parterre perteneciente a humanos habían sido liquidadas de forma inmisericorde por humanos, pues hasta para ser animal o planta hay que tener suerte... con los humanos.

   Dado que el sacrosanto derecho de propiedad, individual o colectiva, sobre la naturaleza permite hacer con las posesiones, cosas, animales o plantas, lo que el dueño jurídico del "bien" o del sector (la "parcela") quiera, nada podía hacer yo contra el destrozo, viendo a los operarios tajar con indiferencia troncos, tallos y raíces y destrozar la paciente obra de la naturaleza. Por su parte, el encargado de la zona comunitaria permitió que plantíos saludables y crecidos fueran a la basura, habiendo sitio sobrado y adecuado para darles cobijo, y sin coste, en las zonas comunes.

   Pero, sobre todo, porque mi sombra de esperanza por la naturaleza, que siempre he situado y admirado en la civilizada Europa de allende frontera, se ha hundido al contemplar cómo naturales de un país, supuestamente más evolucionados, civilizados, concienciados, formados y capacitados que nosotros, proceden a arrasar aquí una flora indígena con la mayor indiferencia, al amparo del derecho -recién adquirido- de propiedad. Ignoro sus razones para hacerlo, admito que son hechos que pueden estar ocurriendo cada día sin mayor trascendencia social, comprendo... pero no, no lo comprendo: Solo he visto, a pequeña escala, cómo el hombre -de cualquier procedencia- antepone sus antojos privados a la pervivencia de obras naturales preexistentes, cómo las mismas son destruidas con la complicidad cruzada entre el derecho de propiedad, la indiferencia de quien solo es un "mandado", la hostilidad de quien puede salvarlas y no quiere molestarse en hacerlo, la falta de derechos del mundo natural, la impotencia y falta de medios de quienes lo contemplamos sin más que una protesta ineficaz... Sin que cambie nada la nacionalidad que se ostenta.

   Ya estoy de vuelta en mi estepa, en mi secarral barrido por los vientos pero donde contemplo "mis" arbustillos de secano y "mis" tres o cuatro frutales sin fruta. Y soy mucho más consciente de que están ahí porque "mi" derecho de propiedad los está protegiendo. De forma provisional.

   Cuando yo falte de aquí y la propiedad cambie de dueño, quince o veinte años de arraigo de mi modesto jardín estorbarán, probablemente, a la entronización de un elegante porche acristalado, de una pretenciosa piscina de rutilante plástico, de una pradera de artificioso y sediento césped... y caerán mis felices plantas víctimas de la propiedad, como antes fueron alentadas por la propiedad.

   ¿Y Europa habrá conseguido ser realmente ecológica para entonces? ¿Y España habrá entendido que no es solo población y turismo, sino también esencialmente flora y fauna? ¿Se vivirá para entonces con respeto y moderación hacia el entorno y hacia uno mismo? ¿Le importará a alguien?

   En un territorio en el que los animales son "cosas", las plantas "explotaciones", la tierra "patrimonio", el agua "administración", la sociedad "economía", la política "negocio", dejo a cada uno su apuesta de futuro... si es que lo hay.


Hasta la próxima semana.

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