El privilegio espiritual de leer a Dickens

 

Queridos amigos: Personas de mi entorno me han sugerido ampliar la entrada anterior, subida el 7 de diciembre, que trataba en parte sobre los antiguos efectos y andanzas de una Navidad que nació religiosa y va siempre acompañada por una desbordada alegría mercantilizada, aunque también conserve sus manifestaciones tradicionales. Del conjunto de estas dos entradas entiendo que Dickens contemplaba esa celebración, en su siglo XIX, con un realismo crítico que persiste y permanece hasta el mundo de hoy, el cual está asediado no solo por incidencias geológicas y atmosféricas, sino por interminables acciones humanas perjudiciales y dañinas, tremendamente similares a las de siglos atrás y aún más lamentables por las perspectivas del presente y el futuro.

    A la Navidad festiva me referí --vista desde el mundo en que vivimos-- en mi entrada del anterior día 7. En ella di un giro al pasado, al sugeriros el "Cuento (o Canción) de Navidad", de Charles Dickens, datado en 1842: que más que un Cuento es una novela corta, o un pensamiento novelado donde el autor deslumbra cuando interpreta la persistencia del egoísmo, el lucro, la indiferencia --en concreto en la persona de un avaro-- y el mal uso generalizado de los recursos hasta el desperdicio, en muchos casos, actitudes que son reales también en el mundo de hoy, a distintos niveles de influencia. Después escribiría otros cuentos de época navideña, destacando la narración siguiente al Cuento antes citado: este otro lo escribió (en 1844) durante una estancia en Italia, impresionado por la gran incidencia del tañer de campanas en las iglesias. Por eso la tituló “Las campanas”. En este cuento la narración se desarrolla con el Año Nuevo como fondo de la injusta y desequilibrada sociedad... ¿Solo de aquella época?

     No oculto que Dickens es uno de mis tres autores MUY favoritos y siempre me asombro ante este autor carente entonces (como otros muchos) de las herramientas y mecanismos técnicos de hoy día, cuando redactaba sus manuscritos sucesivos (manuscrito en sentido literal = escrito a mano, en aquel entonces) hasta culminar  una cantidad de páginas que leída hoy en tipografía actual y letra pequeña, resulta absolutamente abrumadora. Así que, después de haber publicado a principios de diciembre la entrada habitual, introduzco aquí esta otra, intermedia y no programada previamente, con algunos datos adicionales en honor al mismo autor.

"Canción (o Cuento) de Navidad" lo he releído varias veces en el libro de mi biblioteca donde está publicado y que ofrece además otras obras suyas en el mismo volumen V de un total de XII, de sus Obras completas: en ese volumen V el Cuento solo ocupa 52 páginas del total del libro (ver más abajo) y no alcanzo a calcular cuántas hojas de papel necesitarían la mano y la pluma del autor, en su época. Así que voy a aportar (como información) la referencia al número de páginas en cada libro de sus obras completas, de publicación moderna.

El primer volumen Dickens de mi biblioteca presenta un total de 894 páginas en tipografía actual.

El segundo, tiene 957.

El tercero, 929.

El cuarto, 968.

El quinto (donde está el Cuento de Navidad con 52 pgs.), 825.

El sexto, 920.

El séptimo, 994.

El octavo, 1.075.

El noveno, 941.

El décimo, 917.

El undécimo, 855.

El décimo segundo, 847.

(El resultado no incluye las introducciones o notas preliminares actuales que preceden a las obras, he sumado solamente las páginas que corresponden a la obra del escritor).

Los trece tomos completos acumulan 11.122 páginas de autor. Este total de páginas en estas Obras completas, prorrateadas entre los doce libros equivaldrían a 926,83 x12, cuyo resultado refleja una vida de inmensa creatividad, que pervive para siempre y hasta donde llegue la Humanidad.

Solo añadiré (para no cansaros más, si habéis llegado hasta aquí) que aún me queda mucho que pensar de los escritos de Dickens, pero necesito disponer de momentos exclusivos que dedicarle, no para la mera lectura rápida, sino porque prácticamente lo mucho que llevo leído de él desde hace años (junto a otros autores leídos también) aún me sitúa lejos de abarcar toda su obra. Sin embargo otro escritor igualmente MUY preferido por mí, cuya obra cursa igualmente con otros doce volúmenes, sí que lo he leído completo hace años, pero insisto en que mis lecturas de Dickens van más lentas porque me exige tiempo y sosiego para meditarlo y razonarlo, y no simplemente leerlo. 

La narrativa de Dickens es tan intensa y extensa, tan realista e idealista, tan lo que fue y lo que es, con tal cantidad y variedad de sugerencias realistas y vigentes en el tiempo, que ofrece un panorama inmenso: sus múltiples facetas requieren una exclusividad que dedicarle de la que raramente dispongo. Muy mal, por mi parte, así que trataré de establecer un período semanal (mejor diría mensual) para mis expectantes volúmenes, para hacer solo eso: trasladarme a su mundo y vivirlo en inmersión durante unas horas, lo que es un privilegio, tanto más en la convulsa época actual. Y especialmente necesitaré mucha paz personal para releer otra obra suya que siempre es, para mí, una potente y abrumadora visión del revuelto género humano, trascendida a través de los siglos hasta el mundo de hoy (¿Y de mañana?). Para este actual tiempo festivo os sugiero pensar, recordar o adivinar a qué obra de Dickens  acabo de referirme (sin daros ahora el título, pero me lo podéis preguntar) o si no, aguardar a que en otra ocasión futura pueda comentaros largamente su impresionante contenido. Y no, su título no es David Copperfield, es otra obra suya de carácter universal: lo fue entonces y su argumento, incluso ahora, es impactante.

     Gracias por vuestra atención y ¿felices fiestas otra vez? Pues que así sea… 

Queridos amigos y lectores, hasta la entrada que sí que estaba prevista, que será para el próximo 17/18 de enero 2025, en la que no insistiré en Dickens, salvo que haya comentarios que lo sugieran.

     

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