Recuerdos de un mes de marzo y otras cosas

 Hola, amigos y visitantes:

Si algo caracteriza al ser humano es el recuerdo: o, mejor, el uso que genéticamente podemos hacer del recuerdo. Si dedicáis algunos minutos a pensar en ello, todo lo que caracteriza a la humanidad en el presente milenio (eso sí: que puede ser para bien o para mal) es gracias al recuerdo: que permite pasar lo aprendido a quienes nos rodean, sabiendo además que todo lo adquirido pasará igualmente, vía recuerdo, a las sucesivas generaciones. 

Esta rápida idea me ha hecho darme cuenta de que ese mecanismo intelectual de todos nosotros (aprendizaje+recuerdo) ha sido la base de la actual civilización: desde el uso primitivo del fuego, que dotó de seguridad a los humanos, al ingenio espacial más avanzado, que va danzando en exploración por el espacio exterior  (más allá del sistema solar) y enviando con tecnologías robóticas un principio de conocimiento de lo que haya, habrá, o puede haber en un universo insondable.

El recuerdo es lo que ha permitido el desarrollo de la tecnología, que ya se decanta como el motor de velocidad del conocimiento. Estamos hoy, ahora, en un momento de transición, por el momento imparable, que va a llevar la exploración muy fuera de nuestras fronteras biológicas, a lo que haya.

Sin embargo... esa herramienta maravillosa que es el recuerdo, plasmada en el aprendizaje, el razonamiento, la habilidad, la ciencia y la tecnología se está desdoblando en una bruma, por encima del planeta primigenio. Usted y yo, y la inmensa mayoría de ocho mil millones de habitantes estamos y estaremos aquí varados, sea como sea. Lo cual no es el problema en sí.

El verdadero problema es ¿nos están haciendo realmente un servicio evolutivo las maravillosas herramientas de que disponemos? El presente mes de marzo hace reaparecer un recuerdo: en ese mes se manifestó en España la pandemia vírica, cuando ya se había extendido por áreas enteras del mundo a finales de 2019. Y, una de dos: o nuestra maravillosa tecnología no pudo preverlo (¿y en ese caso, por qué?); o me pregunto si no habría que desglosar y repartir suficiente esfuerzo científico que permita a los habitantes ordinarios del planeta (los que pagan el desarrollo científico-técnico) vivir seguros y adecuadamente civilizados.

Pues, a ver: enfermedades que ya han avisado de su capacidad de mutación. Un aparente cambio climático que trastornaría todo lo logrado y que ya viene avisando de que la tecnología no puede o no consigue pararlo. Minoración de los recursos vitales de agua y alimento como consecuencia de la redistribución climática. Sistemática desaparición de especies animales, en un número constante y, en buena parte, debido a la expansión humana. Empecinamiento tecnológico en mandar mensajes a unos supuestos buenos vecinos del espacio exterior que no conocemos de nada y careceríamos de medios para frenar su llegada, si llegan. Y no entro al aparente retroceso de bienes y ventajas que la segunda parte del siglo XX instauró en nuestro entorno y que actualmente se tambalean como derechos humanos.

Y, mientras tanto, en nuestro hábitat seguimos enredados en problemas de subsistencia, personales, nacionales e internacionales, económicos o bélicos. Debería ser el recuerdo (la experiencia del pasado) lo que nos mantenga conscientes de que (necesariamente) hay que arreglar aquí lo inmediato, en el día a día de trabajo y cooperación... según lo que hemos aprendido (y al parecer olvidado) de la larga y dolorosa historia de nuestro pasado de veinte siglos. 

Gracias por vuestra atención, amigos. Hoy no os lo he ofrecido. pero algún otro día seguiré con citas de Triannual II, si es el caso. De momento, la próxima entrada prevista para el 15 o 16 de abril.

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