De tácticas y estrategias, generalizando

Voy a empezar "generalizando" porque es una palabra que, en ocasiones, introduzco en los textos por aquello de que las excepciones confirman la regla. Es lógico que no todas las situaciones, o los personajes de que se trate, sean iguales o actúen del mismo modo pero... las excepciones  solo son una minoría diluida entre la mayoría, y ahí manda la regla (lo más grande o lo más fuerte, o lo más injusto, o lo más extendido), que es lo que prevalece, incluso cuando solo se expresa una opinión o un criterio subjetivo. Así que generalizandose reconocen a la vez ambas, la regla y la excepción, cada una en su ámbito y según sea su influencia.

    Y dirán ¿Y esto a qué viene? Pues la verdad, no estoy muy segura ni siquiera de estar manejando correctamente el teclado (la pluma ya es un artefacto histórico) porque llevo tres días aturdida con las tormentas furibundas que están recorriendo el territorio español, y que complican aún más los enormes problemas del país (generalizando), en muchos sectores del mapa. Además el verano ha pasado sin lluvia, hasta ahora, y mis modestas y pequeñas plantas (arbolitos incluidos) ya no sabían cómo sobrevivir con el agua que les he otorgado en escasa cantidad. Y de nuevo ¿esto a qué viene? Pues a redactar estas  primeras líneas como un calentamiento deportivo, antes de pasar a otros temas.

    Es ahora cuando empieza el comentario sobre cuestiones concretas, en un panorama ciudadano embarullado y provisional, bajo un sol implacable hasta hace pocos días. Porque, en España, lo que se está denominando como "la nueva normalidad" es, simplemente, "la rutinaria anormalidad" cuando, ya liberados del  pasado confinamiento, todo el mundo intenta retomar su vida de antes (que sigue sin ser la misma que dejamos), recuperar el exterior ya casi desconocido y moverse con libertad, aunque con un bozal en la cara. 

    Por su parte, los gestores oficiales del país continúan dando muestras de su incapacidad para una ordenación eficaz: ni sanitaria, ni social, ni económica, ni estratégica ni táctica (y estoy generalizando). Las grandes ciudades y sus entornos han recibido del gobierno una apresurada descentralización sanitaria en medio de la pandemia, que les obliga a enfrentarse en soledad a la gestión de la oleada de contagios actual en sus respectivos y autónomos territorios donde, aisladamente, no tienen medios, ni tiempo, de organizar medidas efectivas de contención, ni parecen capaces de afrontar una epidemia extensiva y creciente, que no es local sino nacional.

    Tal parece que existe una bonita táctica gubernamental para desprenderse de las que han sido sus responsabilidades directas en la primera oleada y así no intervenir en la segunda (que en realidad sigue siendo la primera, por no desaparecida, mal curada y peor gestionada). Esta presunta dejación oficial de obligaciones sigue la misma tónica que las vacaciones de todo el gobierno (que estuvo "missing"  durante 20 días) como una posible estrategia para que se olviden sus gubernamentales personas, al no salir ya en las primeras planas de los medios (como, en efecto, está ocurriendo) salvo en cosillas marginales si alguno de ellos  comenta algo sobre cualquier cosa, por contentar a la prensa (generalizando).

   Y la causa es la de siempre, promover el olvido de su potencial responsabilidad en lo sucedido de marzo a julio para no tener que enfrentarse de nuevo a lo que siga. Y lo hacen muy bien, porque si de algo el ciudadano común sabe mucho, es de olvidar, como se ha demostrado en pasadas elecciones y ya veremos en las por venir donde, ante los colores políticos de siempre, el votante que no tenga color se encuentra dando bandazos, por falta de opciones ante las urnas.

    Por resaltar algunos ejemplos de la actualidad: Niños y jóvenes han vuelto a las aulas, a media jornada. Alguien me cuenta que en un colegio concertado (es decir, un centro privado pero con la enseñanza subvencionada por la Administración educativa... aunque hay una cuota no oficial complementaria que, al matricular al alumno, los padres aceptan automáticamente y se convierte en obligatoria), repito que en un determinado centro me dicen que los escolares están situados en un aula de clase en número de veintiuno (antes eran más de 30). Ahí me ha surgido la duda sobre si  es una táctica o una estrategia la decisión de meter a esa cantidad de personas en una habitación, manteniendo en torno de cada muchachita/o una distancia de separación de metro y medio, como se pretende.

    Y, lo confieso, después de marearme intentando concretar mentalmente cuántos metros cuadrados debería tener el aula, con los espacios de alumnado distanciado, pasillos y zona de profesor, preferí recurrir a crearme una clase (que no ha sido virtual porque no tengo esa "expertise" en electrónica) tal como se hacía en mi colegio, papel, lápiz, borrador de goma y calculadora de mano  y cifras que van y vienen, con esos instrumentos pretéritos que todavía sé manejar. Vamos, que me ha faltado hacer las sumas con los dedos... Todo esto hecho a vuelapluma, sin pretender más que una aproximación que ha desembocado, según mis cálculos finales, situando las dimensiones correctas que debería tener el aula en 60 a 70 m2, teniendo en cuenta que ignoro cuáles sean las reales. Como no me he parado a buscar fórmulas científicas para estos cálculos, les invito a que hagan los suyos.

    Pero sí que he recibido la opinión de familiares de alumnos, que tienen mayor conocimiento de los espacios colegiales y alguna madre ha opinado que las dimensiones reales son menores que las obtenidas por mis cálculos, añadiendo además que "lo de metro y medio por cada lado..." y frase terminada con un gesto negativo. Claro que, tal como van las cosas, quizá en dos o tres semanas las aulas hayan vuelto a situarse... en los domicilios otra vez.

    Otro ejemplo: los centros primarios sanitarios ya están lejos atender su principal ocupación tradicional, que eran las necesidades básicas de salud entre la población de sus entornos, lo cual era su objetivo diario en la "vieja" normalidad, pues ahora están absorbidos por las atenciones a posibles contagiados de la nueva oleada. Y es inútil (generalizando) pedir cita previa, porque no se atienden los teléfonos. Tengo noticias varias de que en muchos sectores oficiales han anulado determinados números telefónicos y en otros ni siquiera se descuelga, o suenan hasta aburrir. Precisamente hoy he leído en un periódico que un trabajador de alguno de estos centros les había dicho que, faltos de tiempo y medios por la pandemia, a pesar de ser centros primarios, no tenían posibilidad alguna de atender el teléfono...

    ¡Caramba! y por qué no trasladan y reparten, para atender estos problemas acuciantes, a los entre quinientos y seiscientos "asesores" que ha venido nombrando a dedo el gobierno para ignoradas tareas, con ignorados destinos oficiales, con ignoradas jornadas y permanencias de trabajo, en ignorados despachos ministeriales (bueno los despachos, como los edificios, son de los ciudadanos, que son quienes los pagan), repito, que más lógico sería enviarlos a reforzar los equipos humanos insuficientes y atender los teléfonos de estos sectores de primera necesidad. Así los enormes gastos producidos por sus nombramientos servirían para un buen fin, que es lo que los ciudadanos necesitan hoy y aquí. Y no se les estaría pagando sueldos ignorados, por trabajos ignorados, con titulaciones ignoradas y con resultados ignorados. Aunque siempre seguirían recibiendo nóminas de altura, en un mercado de trabajo en recesión, camino de (¿generalizando?) un desastre anunciado.

  ¿Ah, me dirán que semejante traslado laboral no puede suceder, ni por causa de contingencias básicas urgentes, ya que no son de su competencia, porque son especialistas o titulados en "algo", al elegante estilo del portavoz Simón? Pues, señores, todos somos especialistas en algo necesario para el buen orden del país pero nuestras tareas no son secretas, como menos aún deberían serlo respecto de altos empleados en los organismos públicos. Así que, repito, mejor que los "asesores" atiendan los teléfonos de las centralitas y así sabremos que hacen alguna tarea, ya que no visible, que sea por lo menos audible.

    De todo esto y más queda aún por tratar, generalizando, claro.

    Hasta el domingo dieciocho (18) de octubre, amigos.

    



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