Las viejas nuevas víctimas

En estos momentos absurdos en los que la indecisión, indiferencia, incapacidad e inconsistencia galopan como los cuatro jinetes zombies en un mundo incalificable (observen que no lo defino como "apocalíptico", a pesar de los cinco "in..." precedentes), la sociedad va por un lado y la política por otro, sin más punto de unión que las ordenanzas que pretenden: Hagan esto, no hagan lo otro... pero búsquense la vida en "new normal"  como puedan.

    Como una de las principales características de la política y los políticos es que aprovechan para publicitarse como aleatorios salvadores (en este caso, reconvirtiendo el aforismo primitivo en un refrán adecuado con la nueva normalidad, que sería un "Presume, que algo queda"), pues ahora mismo los mandatarios europeos andan negociando las tajadas del pastel económico, cuestión que parece servir para calmar al ansioso ciudadano, dándole a pensar que algo de ello le caerá, si hay suerte. Pero que sirve también para que el mandatario correspondiente se pavonee entre los que considera sus iguales internacionales, siempre pensando en brillar ante sus votantes y fieles, solo por simular que su persona consigue la paridad  con otros mejor situados pero que gobiernan y medran en otros climas socio-económicos más valorados, más ricos y que "mandan" más.

   También la intensidad de la negociación puede servirle a la política, y mucho, para que transcurra el tiempo y pasen al olvido algunas actitudes del gobierno en la contención del virus durante los meses pasados de este 2020, en concreto en España, no precisamente caracterizadas -según las apariencias- por la profesionalidad, eficacia y coordinación. En ausencia de una previsora planificación, más bien parecía que el país entero andaba en situación de excepción y urgencia, dentro de aquello que se calificó como "alarma", mientras que los oficialismos implicados iban improvisando recursos y remedios aleatorios, al paso de los días, en tanto que los ciudadanos y la estructura hospitalaria y el personal sanitario eran los que corrían con el desgaste a nivel personal y sicológico. Palos a ciegas...

   Y esa situación caótica por la que hemos navegado en lo que va de siglo, a punto de haber desembocado, en este último desastre, en el desplome total, intenta aflorar ahora en un  simple "verlas venir" cuando el paquete social de lo "new normal" parece quedarse muy des-normalizado al paso del tiempo presente, por su falta de contenido y dejando muchas incógnitas de futuro.

   Paso ahora a aclarar el título inicial de esta entrada: En el discurrir de los mundos humanos siempre ha habido víctimas colaterales y no me refiero aquí a los numerosos fallecimientos ciudadanos habidos durante el aislamiento, que quedarán impresos en la historia, merecedores de recuerdo eterno.

    Aludo a las que considero viejas y nuevas víctimas: las especies extinguidas por violencia o competencia de la población humana en su contra, o en otros casos, por la caza indiscriminada, la usurpación de territorios naturales y la consiguiente destrucción de hábitats, con las variantes, igualmente destructivas, de la cría intensiva de animales para consumo o manipulaciones con fines económicos o investigación científica, además del uso de ejemplares para diversión festiva. Todo lo cual, e incluso mucho más, termina habitualmente con su muerte en grandes números.

   Las extinciones de grupos biológicos, ocasionadas por acción del hombre, ya no tienen vuelta atrás pero contrastan, y mucho, con la otra actividad humana de contenido macabro como es la cría intensiva de animales (no excluyo, pero no me refiero aquí, a las mascotas) con fines mercantiles y que, al contrario de la extinción, lo que pretende es incitar a especies en cautividad a procrear sin tasa pero sin futuro: más pronto o más tarde, en cuanto el animal alcanza la talla pretendida, se le da muerte para el aprovechamiento de restos.

    Si las matanzas históricas han producido sistemáticamente  esas "viejas víctimas", también existen las "nuevas víctimas" actuales. Pero resulta que ambos casos se fusionan, por continuidad y repetición, dando como resultado a "las viejas nuevas víctimas". Como ejemplo, valgan por sí solas dos recientes noticias de prensa, citadas a continuación.

   La primera, leída en el diario "20Minutos" del 15-7-2020 (apenas hace unos días) informa de que el Ministerio de Sanidad holandés va a sacrificar 4.500 visones de una granja de cría, por haberse registrado contagios "en algunos de estos animales". En ese territorio, que son los Países Bajos, también se han detectado "24 establecimientos de este tipo" con infecciones similares. Y este es el resumen del último párrafo de la noticia: Ese gobierno permitirá a las explotaciones de visones "terminar voluntariamente sus operaciones a corto plazo". Y ello porque existe una resolución de su Tribunal Supremo que cuestionó en 2013 "la moralidad de cuidar de estos animales para después despojarlos  de su pelaje". Claro, por no hablar claro y decir directamente "despellejarlos", esto es, matarlos para uso mercantil de sus pieles. Muchas, muchísimas nuevas víctimas habrá habido ya en los trece años de por medio otorgados para el cese de la actividad.

   Y la segunda, del diario "El Heraldo de Aragón" del 16-7-2020, en España, solo dos días antes de esta entrada: la Administración regional competente (la DGA) ordena el "sacrificio" de los 92.700 visones que cría una empresa peletera de Teruel, por la misma razón de la infección por el virus. No tengo referencias de cuántas empresas se dedican en nuestro territorio a semejante negocio, pero solo en una de ellas ¡cien mil animales! Las cifras asustan, tanto más cuanto que aquí no hay tribunal, que yo tenga noticia, que haya considerado -o que la admitiera a trámite- una decisión judicial como la holandesa. Pero la conclusión son las muchas, muchísimas nuevas víctimas -otra vez más en la historia- de los ignorados números que maneja la actividad mercantil basada en la crianza intensiva, con finalidades de muerte.

   Estos "daños colaterales", como ya pasó cuando se forjó en el pasado aquel concepto horrible de "las vacas locas" y su consiguiente eliminación numérica, vuelven a producirse ahora. Aquellas, sacrificadas por una enfermedad originada artificialmente por la manipulación humana. Las actuales también se deben de una u otra manera -directa o indirecta- a la continua influencia negativa del género humano sobre sus vidas. Por eso les he llamado las viejas nuevas víctimas.

   Lo que ha sucedido y sucede representa una terrible advertencia de cómo es un día a día precisamente en el Planeta de la Vida, donde la vida se considera como un bien carente de valor real desde que la "escalada" del sapiens ha arrollado el entorno, a base de la conquista y muerte de otras especies y, en buena parte, de la suya misma cuando grupos humanos han venido destrozándose entre sí durante siglos. Y destrozando a la propia Tierra que les ha creado y les mantiene. Destrozando el equilibrio natural. Los recursos. La atmósfera. Los océanos. Los ríos. Las selvas. Los bosques. Los animales.

     Termino aquí.

     Gracias por vuestra atención, amigos, y hasta el 16 de agosto


 

 

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