Acoso y derribo.

"Acoso y derribo" es una frase que sirve para definir ciertas maniobras -principalmente para el manejo rural del ganado vacuno en movimiento- que se inician con una intensa persecución campestre del animal de que se trate, para conseguir finalmente inmovilizarlo sobre el suelo, y así controlarlo o marcarlo. Pero también se aplica a acciones humanas, individuales o colectivas, que pretenden perjudicar o importunar a otras personas.

          Pues ese mismo "acoso y derribo" parecer ser lo que pretenden intervenciones o alegatos de personas o grupos extranjeros, cuando dedican a nuestro país, o a sus habitantes, etiquetas u opiniones que resultan, en ocasiones, abiertamente despectivas, cuando no insultantes y que han crecido en número a lo largo del tiempo: España se ha convertido en una fácil diana y objetivo para el desprestigio internacional. 

        Supongo que esta "moda", repetida en distintas áreas exteriores, procede en parte de que, en algunos sectores del mundo, determinados grupos quisieran para sí este territorio peninsular de solecito, playita, juerguecita, tolerancia, vacaciones, buen vino y mejor comida y notan que nosotros no protegemos nuestro entorno, ni somos conscientes de lo que tenemos (y hay otras cosas además de las citadas), que son ventajas cuyo uso solo obtienen pagando a través del turismo o por las llegadas masivas. Sea como sea, se entretienen embistiendo verbalmente a nuestro país, quizá porque es objeto de deseos ocultos, tal vez sugeridos por los lejanos paraísos tropicales, pero visto como una oportunidad  vacacional pequeña y cercana, incluso barata. Y porque ofrece algunos sectores, como la Sanidad, muy valiosos para los ocasionales visitantes.

          Como un ejemplo próximo (y hay otros), valgan unas recientes opiniones de algunos sectores médicos norte-europeos, criticando a España (e Italia, de paso) y considerando como algo ilógico que nosotros pretendamos ingresar en las UCIs  a los ancianos afectados por la pandemia respiratoria de este año 2020, en igualdad con cualquier ciudadano. Por cierto, semejante desprecio a ese grupo de edad ignora burdamente que han sido precisamente, los hoy ancianos, los que han trabajado y cotizado toda su vida para mantener y desarrollar el que ha sido uno de los mejores sistemas de Salud del mundo, por cierto muy apreciado y utilizado por los turistas, y recientemente puesto a prueba, al límite. Semejantes críticas a un país que no es el suyo (y que, además, es su socio en la Unidad Europea) expresan actitudes que entran de lleno en lo que un refrán tradicional, que suavizo un poco para el caso, define muy bien, y que diría: "Difama, que algo queda".

          Los enfrentamientos entre personas y, aún más, entre países -en ese área o cualquier otra- se deberán a la genética o al ambiente social. Nadie en este mundo, salvo un recién nacido, es inocente. Todos estamos influidos por la cultura, la sociedad, la política, la economía y las contingencias, esto es, el azar. Pero la competencia y las tensiones entre países se han gestado desde un lejano pasado de miles de siglos y han dibujado la historia con guerras, combates y apropiaciones entre grupos humanos, además del despiece del planeta en territorios asolados por ambiciones cruzadas y por pretensiones de dominio, que han alimentado constantemente los desencuentros. La evolución por sí misma no ha eliminado las convulsiones, más bien al contrario, pues parece que las ha aumentado, favorecida por la tecnología: El siglo pasado contempló nada menos que dos Guerras Mundiales, y constantemente han ocurrido, y ocurren, violencias regionales o locales cuyos efectos se estiran en el tiempo, sin desaparecer al paso de los años y sin perspectiva de solución en los venideros.

          Dado el nivel de conocimientos y tecnología actual, irónicamente, en lugar de progresar las sociedades hacia la unidad y la solidaridad han ido prescindiendo de la influencia del pensamiento, la lógica, el análisis, la filosofía como métodos de comprensión, el derecho natural como fundamento de la humanidad y la ética como forma de relación entre personas y con el entorno medioambiental. Es decir, herramientas evolutivas que han promovido o inducido a la moderación, el diálogo, la entreayuda y, cuando ha sido posible, la paz.

          En el planeta, sistemáticamente convulso, esas influencias históricas positivas -como si fueran simple productos de consumo- han sido presa de la obsolescencia: Para el pensamiento profundo no hay tiempo libre; la lógica necesita tranquilidad y esfuerzo; el análisis precisa de comparación y conclusiones; la filosofía es "un rollo de gente rara"; el derecho natural suena a concepto primitivo; la ética es una palabra insignificante y el medio ambiente es para saquearlo. Los valores ideológicos de progreso y justicia se han devaluado y sustituido con la tecnología pura y dura y con la dependencia de las redes, sin lugar para la libertad personal que antes usaba de la razón para entender la vida, cuando ahora solo se pretende ajustarse a la sumisión que representa el dinero, instaurado como elemento básico de la relación humana, a nivel nacional, internacional, global, social, político y personal.

          Ese artificio, el dinero, domina el mundo, ya sea a través de la política tradicional o de intervenciones multinacionales, con la finalidad última de instaurar el Poder y la administración como controladores universales, a través de constantes intervenciones en los sectores nacionales. Sus herramientas incisivas son el secretismo, la presión sociopolítica, la tecnología en una dirección forzada e interesada, la amenaza nuclear y la disolución de los valores que, al menos a finales del siglo XX, nos hacían aparecer como que seríamos los humanos del futuro.

          Con tales perspectivas, y enlazando con el primer párrafo de esta entrada, no me sorprende la ausencia de autocontrol, cuando se emiten censuras y desaires internacionales respecto de nuestro país, con ningún disimulo y cada vez más ofensivos y no solo en la actualidad de la pandemia (momento inaceptable para críticas y denegaciones de asistencia sanitaria). A veces con base, y muchas sin ella, se arremete contra nuestra sociedad, economía, sanidad, perspectivas de desarrollo y situaciones de contingencia... 

       Y no hay a nivel gubernamental ninguna reacción ante esos desaires, pero visto así ¿Qué esperar? ya hemos visto los fallos de gestión y perjuicios graves que nos ha producido la deplorable y tardía intervención de este gobierno actual en la epidemia provocada por la expansión del virus chino, en buena parte debida a las actitudes de una política sesgada y a una población que no consigue olvidar enfrentamientos del pasado a la hora de elegir a sus mandatarios (y así nos va). Eso implica la pervivencia de un conjunto de entes políticos rancios, en lucha constante entre ellos por el Poder, sin autocrítica y sin capacidad para diseñar y aplicar programas de desarrollo veraces, realistas, humanistas, lógicos y éticos, porque eso implicaría, en contra de sus propios intereses, actuar honestamente en beneficio y en defensa de la población y del territorio.

          Para finalizar, tampoco solemos recibir, a nivel internacional, buenos deseos, felicitaciones, amabilidades, recuerdos, aunque sean por simple cortesía (otro valor en declive) cuando llegan conmemoraciones de efemérides, de calado internacional, que el mundo debe a nuestro país. 

       No vemos a gobiernos o sociedades del norte-este-oeste-sur del planeta, reconocer que nuestros antepasados abrieron un camino global a las oportunidades, la prosperidad y el mestizaje, donde lo ha habido, hacia un nuevo continente,  cuando Colón y sus naves españolas descubrieron América.   Ni tampoco aplauden (salvo Portugal) una aventura de alcance inconcebible, cuando Magallanes (portugués) y Elcano (español) culminaron la primera e increíble vuelta al mundo, también navegando en barcos españoles. 

          Pero, claro, ¡si  es que a nosotros mismos nos pasan totalmente desapercibidas las herencias históricas!, ya perdidas con la indiferencia de los gobiernos que toleramos y el desinterés de la población, dedicada a perseguir un inseguro bienestar. Por lo cual, en el país la gestión política y social de los sucesivos gobiernos, de distintos colores, nos ha empujado a la cola del mundo. Y, lo peor, nos han convencido, directa o indirectamente, de que ese es nuestro sitio. El preferido por los turistas para su ocio, casualmente.

          Ese mundo exterior, no sé si voluntariamente o no, en cuanto tiene la menor oportunidad -y le damos muchas, por indiferencia o torpeza- algo ha aprendido a hacer muy bien respecto de nuestro país, algo que el propio país también sabe hacer muy bien respecto de sí mismo: Acoso y derribo.

         Gracias por vuestro tiempo, amigos, hasta la siguiente entrada, el próximo 5 de julio.
          


Comentarios

Entradas populares de este blog

Participando en la Feria del Libro 2023 en Madrid, segunda parte

Participando en la Feria del Libro 2023 en Madrid, primera parte.

De mis Libros publicados y en publicación, además de la Hora del Planeta y el Clima