Día de: "¡Uh...! - ¡Ehhh...!"

Un título formado solo por esas dos exclamaciones cada uno puede interpretarlo a su manera. Aunque, por sí mismas, no aclaran gran cosa he recurrido a ellas para definir, por ejemplo, la incapacidad  demostrada por muchos sectores oficiales para resolver importantes dificultades actuales, heredadas del pasado y que acosan y complican el día a día de la estabilidad o el bienestar de buena parte de la población.

   Aplicaría el título de cabecera a un área -y no es la única- que ya puede adivinarse por las letras que encabezan ambas exclamaciones: U... E... Sirviendo como ejemplo la Unión Europea, así que seguiré con ella: Ya he expresado en algunas ocasiones mi decepción personal (y, aviso, que no pretendo con ello ningún Brexit hispánico, a saber cuál sería entonces el nombre, ¿quizá Elusión?) sobre la eficacia actual de ese impulso a la unidad europea, sin por ello dejar de lado la, siempre inalcanzable, unidad global.
 
    En el último tramo del siglo pasado, conseguíamos ser europeos y también, supuestamente europeístas, bajo la aparente unificación de intereses comunes que fomentó la unidad monetaria. Podía entenderse que con ello se sentaban las bases de la prosperidad conjunta y con ella conseguir un enorme acercamiento, si no hermanamiento, igualitario entre las distintas nacionalidades europeas, con un fin próximo integrador. 

    Y que, como un segundo -y definitivo- paso adelante, se ofrecería un ejemplo al mundo, mediante la instauración de una completa unidad política y social. Lo de "política" actualmente tiene mala prensa, debido a experiencias territoriales barnizadas de corruptela e ineficacia, pero por aquel entonces era una idea arrebatadora y convincente, que ya había encontrado mucho antes sus bases iniciales con organizaciones previas como la ONU y la UNESCO, aunque desde finales del siglo pasado ya se hayan diluido excesivamente con el peso de complejas burocracias y oficialismos. Y perdiendo sucesivamente importancia y calado global.

   Desde mediados del siglo XX, un rápido progreso científico, tecnológico y social parecía imparable y evolutivo. Luego ha sobrevenido la ralentización, la decepción y los trastornos económicos que producen involuciones desastrosas al disminuir, incluso destruir, la dinámica de avances socio-políticos sin intención aparente de reiniciar, alentar y plantear seriamente la vía de la unidad, ni total ni parcial. 

   En el siglo pasado formaba parte de las expectativas lógicas el avanzar hacia la unidad territorial e pretender la igualdad entre los distintos sectores de la pequeña pero imponente Europa secular. Parecía llamada a impulsar el avance conjunto de las poblaciones y las ciudadanías, en todos los sentidos, no como ahora que se limita a aduanas, moneda y unas leyes europeas que cada gobierno ratifica a su manera, incluso con dilaciones y reticencias.

   Finalmente, siempre en mi modesta opinión, la Comunidad Europea inicial pudo significar un  nuevo intento serio y convencido hacia la universalidad. Esa misma pretensión de unidad que la Organización de Naciones Unidas, siempre en el pasado siglo, pareció liderar para luego decantarse progresivamente hacia un organismo burocrático, apantallado, carente de influjo y que se "entretiene" creando efemérides denominadas  "Días de...". Celebraciones que apenas parecen servir como recordatorio de desfases o injusticias no resueltas en tal número que esos "Días..." se amontonan hasta formar un catálogo que, por numeroso, termina siendo apabullante y finalmente ignorado por muchos sectores sociales.

   De resultas, la ONU -al menos para el ciudadano común- aparece hoy como un foro cada vez menos influyente, con una capacidad de coordinación y reacción mínima y con una eficacia que pasa desapercibida para buena parte de la población, mientras que mantiene un organigrama administrativo de grandes números y plantillas, como cualquier empresa.

   Entiendo que el ejemplo de la "deriva" histórica de la ONU debería de ser motivo de análisis y autocrítica para la UE que, por su lado, continúa siendo un alevín de unidad, muy restringida a la importancia del ámbito económico en sus actividades, aunque otorgue algunos amables "toquecitos" de atención a gobiernos miembros que dan demasiadas muestras de ineficacia y de mala administración, pero las advertencias solo acaban en forma de multas por incumplimiento (que pagamos los ciudadanos, no los gobernantes culpables) y pocas y cortas soluciones más. 

    Como organización también parece replegada a sus edificios, a su organización interna y a sus banderas, administrando sectores de política común discontinuos y dictando una legislación también común pero que cada miembro asimila a su conveniencia, aun estando previamente debatido el texto en los altos órganos de la UE. También la Unión Europea, igual que en el caso dela ONU, mantiene un gran organigrama de cargos directivos y puestos funcionariales y administrativos muy bien pagados, pero que parecen incapaces de evitar los embates económicos o sociales que otros países de "fuera de la Unión" asestan a la propia Organización o a alguno de sus territorios. Esto se nota especialmente en los países mediterráneos, acosados en distintos frentes, desde dentro y desde fuera, con una asistencia relativa desde la UE, que contempla desde sus cuarteles norte europeos cómo discurren situaciones perjudiciales o amenazantes en esos territorios de menores dotaciones, a la espera de que los conflictos se solucionen por sí mismos.

   Si no despiertan y dinamizan la Unión, si no cuidan a las poblaciones, si no pueden "encarrilar" a gobiernos corruptos e incumplidores, cuando no caóticos ¿a qué podemos aspirar? Ni siquiera hemos podido, en España, asumir con justicia social el impresionante coste y desfase que nos supuso la reconversión al euro, que disparó imparablemente los costes sin actualizar salarios, ni entonces ni ahora, sin acercarnos -más bien al contrario- a la desarrollada economía de otros países miembros, y convirtiéndonos en un barato destino para el ocio europeo. Estamos relegados a ser un país de servicios que ha perdido la industrialización, que vende su producción rural al resto de la Unión y en cambio lo compensa con la llegada constante de productos traídos de lejanos países no europeos, porque son baratos, 
 y similares incongruencias no resueltas a nivel de la Unión y, sobre todo, por la desidia y la ineficacia de nuestros sucesivos gobiernos, desentendidos de su propia población.

   Tal parece que la UE adopta una  postura de no intervención en los asuntos internos que sin duda es muy digna, pero también muy pasiva y que contribuye involuntariamente al alejamiento económico-social entre los países miembros, precisamente por discordancia de las políticas interiores, influidos por la prevalencia de la política de partidos. Entiendo que no pueda ser de otra manera, tal como están las cosas, pero tanto "respeto" a políticas congruentes igual que a las incongruentes, entre sus propios miembros, resulta improductiva y  no consigue ningún beneficio práctico, esto es, que separa más que une y solo favorece tensiones y disensiones. 

  Entiendo que en nuestro caso concreto, aunque seamos un país miembro como cualquier otro, en teoría, y aunque formamos parte, supuestamente igualitaria, de la Unión, en el caso de los crecientes e importantes conflictos e injerencias externas que sufrimos, no sé si la "unión" tiene todavía algún significado o, salvo la economía, todo desemboca en mera apariencia.

 Creo que deberíamos todos tener siempre en cuenta, a nivel comunitario y particular, lo que implica su definición como Unión Europea, esto es, la unidad real y no la aparente, por muy monetaria que la misma sea. Teniendo especialmente claro que los problemas y complicaciones territoriales, cuando afectan a un país miembro, redundan en la cohesión de la UE y en su estabilidad en un plazo inmediato y ponen en duda el propio futuro de todos. Por lo que no pueden dejarse correr a su propia suerte, sobre todo cuando ya están muy detectados. Esto es que, en la Unión, los problemas de uno son, o serán, los problemas de todos y requieren una solución conjunta. Y a corto plazo.

   Bueno, tal vez dentro de un tiempo busque otras situaciones que también puedan provocar el sobresalto que expresa el ¡Uh! y provoquen la llamada de atención que supone el !Eh!. O tal vez no, dependerá del momento... y de los lectores que hayan concurrido al transcurso sucesivo de este blog, si es que aún lo visitan, en cuyo caso,

Hasta el primer domingo de diciembre.

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