Más fallos increíbles

Una noticia de ayer, 8 de septiembre, ocurrida el pasado 14 de agosto en una localidad española: una señora sufrió un ictus, no podía hablar, mover una pierna ni caminar, síntomas conocidos por muchos aunque no se tenga conexión con el sector de la Sanidad.

   La familia había llamado para pedir asistencia sanitaria. Apareció una ambulancia  dos horas y veinte minutos más tarde, siendo solo de transporte (sin médico) y, al ver el técnico de la misma la situación de la enferma telefoneó otra vez a urgencias, pidiendo asistencia facultativa. Llegó otra ambulancia, ahora medicalizada, después de otros treinta minutos de espera, cuyo médico decidió que "dada la estabilidad de la paciente" fuera la primera ambulancia la que la llevara al Hospital. Tan "estable" debía de estar la enferma, que de camino le repitió el ictus. En el Hospital fue operada de urgencia. Falleció ocho días después.

   El organismo oficial correspondiente explica que, tras la primera llamada, se había dado aviso a la ambulancia de "transporte urgente" de la localidad, pero que no podía acudir por hallarse ya en otra urgencia. Entonces procedieron a enviar otra desde un pueblo diferente, la que tardó esas dos horas y veinte minutos en llegar a la urgencia, sin medios propios de asistencia, por lo que el técnico sanitario llamó y hubo que esperar media hora más a la llegada de ambulancia con médico. Todo lo que parece demostrar importantes carencias de infraestructura y un exceso de desorganización, con importantes repercusiones en los propios enfermos, en este caso con un triste resultado.

   Lamentando el fallecimiento de la señora (47 años), entiendo que es otra muestra de las deficiencias que vienen siendo detectables en el área de la Sanidad española, como si obedeciera a la falta de medios que se instauró durante la pasada crisis económica y que, como en tantas otras áreas, nadie parece tener ganas de actualizar, renovar y reorganizar servicios públicos, sino que van "tirando" con lo que hay y yendo a peor.

   En una línea paralela, he sabido que en otra región española a los médicos les han retirado el desplazamiento a urgencias en ambulancia o vehículo de servicio, esto es, tienen que ir por sus propios medios y horarios. El factor, puramente administrativo, reside en un nuevo contrato de ambulancias con cuya empresa no se ha pactado ya, como antes, que incluya en la asistencia el desplazamiento del facultativo. Esto obliga a los médicos a acudir a la urgencia de que se trate por sus propios medios que -lo crean ustedes o no- pueden variar entre ir a pie, conducir su coche propio, buscar a quien les lleve o -y aún menos van a creerlo- acudir en bicicleta.

   Esto es, los médicos se sobrecargan con la obligación adicional de trasladarse a su cargo, lo que previsiblemente redundará en contra del tiempo de llegada a la urgencia e incluso el esfuerzo añadido  repercutirá en la calidad de su importante intervención. Y para demostrar la situación en que se encuentran, les referiré que hay un ayuntamiento en la citada región que para facilitar el desplazamiento a las visitas domiciliarias de urgencia de los médicos de su Centro... les ha adjudicado una bicicleta municipal, a utilizar por turnos, si fuera el caso. Créanlo, que he visto el rutilante vehículo a pedales, pintado de rojo e identificado en un cartelito impreso como "vehículo municipal", probablemente para evitar que lo roben mientras el médico efectúa la visita, que no creo que tenga tiempo de encadenar el ciclo en la calle. 

   La forma física del facultativo, al llegar, será una incógnita pero, desde luego, el cansancio añadido por las sucesivas visitas debería ser un factor necesariamente tenido en cuenta, por redundar en la calidad y el horario de la asistencia. Las características casi esperpénticas de esta situación, no precisan de más comentario. comento .

   Este descontrol no justifica el dinero público que la ciudadanía aporta desde hace muchos años para tener una de las mejores organizaciones sanitarias del mundo y que se balancea en la cuerda floja de lo que los sucesivos desgobiernos hagan y hacen con la Sanidad. Como los impuestos no han bajado, antes al contrario, no cabe justificarlo con el "ahorro", mucho menos si lo contrastamos con las grandes informaciones mediáticas sobre la corrupción económica a nivel de actividad política.

   Algunos otros botones de muestra incluí en mi libro "Triannual" a partir, como siempre, de la información de los medios. Uno, al inicio de 2016 que destapó el fraude por el que personas extranjeras, todas de la misma nacionalidad, venían sucesivamente a España como turistas, y no faltos de dinero propio, pero con la finalidad de -aquejados por una enfermedad ya muy avanzada- acudir rápido a urgencias, donde eran atendidos, ingresados e introducidos en la lista de espera de trasplantes, mientras algún familiar extendía un contrato de trabajo falso o registraba como autónomo al enfermo, porque entonces se requería la tarjeta sanitaria. Dada la situación de la enfermedad, los pasaban a primeros puestos del listado, con lo que retrasaban y desplazaban a enfermos residentes que ya esperaban legítimamente el trasplante. Seis extranjeros fueron trasplantados y ocho estaban ya a punto de serlo, todos con atención en diálisis. Cincuenta mil euros cada trasplante, igual cuantía cada diálisis. Cuantías de las que nadie, ni el paciente ni su país de origen, pagará.

   Y otro más: Junio de 2016, una familia española totalmente empobrecida por la crisis llama de noche a urgencias, les visitan, diagnostican una gastroenteritis en todos y no les ingresan. A la mañana, vuelven a llamar, desesperados. Cuando les visitan, una hija ha muerto, otra está grave y los padres gravísimos, tanto que fallecen pocas horas después de ingresados. La supuesta gastroenteritis había sido en realidad una grave intoxicación química accidental.  Ambos casos informados por la prensa en aquellos momentos.

   Muchos de nosotros tenemos una gran preocupación por la Sanidad española (además de otros muchos sectores deficitarios por los sucesivos y habituales desgobiernos y disensiones políticas), que parece empujada hacia la pérdida de eficacia, la dispersión, la falta de medios económicos o la mala gestión de quienes los administran,  aparte de sufrir una imparable e increíble masificación. Por supuesto, no estoy generalizando sobre la situación en todo el país, pues no tengo más información que la que proporcionan los medios de comunicación. Pero a mí, como se dice, con todo eso "ya me vale".

   La Sanidad española ya era, y es, objeto de deseo de visitantes coyunturales. Pero ahora, que se extiende a cualquiera, sobrecargada de forma imparable por las constantes llegadas masivas de extranjeros por vías no precisamente legales, mayoritariamente procedentes de países que no están en conflicto bélico ni en zonas de desastre, es evidente que el impacto de muchos miles de personas (sin dejar de lado la evidente "lejanía" de la U.E. y su falta de participación efectiva en la situación que soportamos)  que buscan aquí las ventajas sociales habituales que, por sabidas, hacen un clarísimo efecto llamada para que cualquiera se salte la legalidad, venga de donde venga y en la que el caso es llegar. Sacado de mi libro "Triannual" reproduzco el comentario de un lector de la prensa: afirma tener una cuñada de otro país, aquí afincada y la cual opina, hablando de ella misma que "hemos venido al país de los tontos y hay que aprovecharse..."

   Que conste que en todo este barullo, despelote y atisbo de un futuro decepcionante, mi única pretensión es que gobierno y administración cumplan con el primero de sus deberes, como empleados nuestros bien pagados: que protejan y alienten nuestro esfuerzo, que administren dignamente los medios de que les dotamos, que cumplan la legalidad y defiendan nuestra organización social, dejando de considerarnos, como parecen entenderlo, una simple mercancía productiva, pagadora silenciosa e inerme, mal administrada, peor considerada y, a este paso, sin más derechos que el de contemplar atónitos tanta metedura de pata.

Hasta la próxima semana.

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