"Hechos y dichos" (I)
Muchos saludos, estimados amigos y visitantes a este blog. Mis más expresivas gracias por contar con vuestra presencia, doblemente admirable cuándo veo que hay visitas de lectores residentes en otros países del mundo que se interesan por lo que escribo y, aún más, no solo por la entrada mensual que subo, sino que entran en escritos anteriores de este blog, que inicié en verano de 2018 (cuando se publicó mi primer libro Triannual, de ahí el título) y que está a punto de conmemorar cien entradas.
Mi público cercano, en España, también mantiene su presencia, aunque con oscilaciones frecuentes que suben y bajan sin que yo pueda, a falta de comentarios, deducir la causa. Pues bien, empiezo con el título de la entrada: "Hechos y dichos" que hace referencia a que no siempre van de acuerdo lo que se dice y lo que se hace, dado que las palabras se las lleva el viento, y los hechos desembocan en resultados, no necesariamente concordantes y muchas veces discordantes.
Entiendo en los casos de mis visitantes del exterior que, para acceder al idioma en que escribo, habrá lectores --donde quiera que residan-- que sean españoles residentes en el exterior, otros procederán de países con idioma común; o interesados que disponen de conocimientos avanzados del idioma de redacción, el español. Reitero gracias a todos.
Y estaréis preguntando cuándo voy a iniciar el contenido de la entrada: Tal vez es porque he estado --desde ayer sábado-- tratando de plasmar (sin enfrentamientos) la situación actual en España, donde las informaciones son muy tensas respecto de casos y actuaciones complicadas del elenco político: Voy a partir de una frase tradicional en español que expresa (más rotundamente que el título de inicio) la dicotomía humana (= el verbo y la mente; el cuerpo y el espíritu; lo grande y lo pequeño; el sueño y la vigilia; lo honesto y lo deshonesto; valentía y cobardía; verdad y mentira; lo que se dice y lo que no se hace...). Repito, es una frase que expresa (al margen de su origen, religioso o literario) una realidad cotidiana: "Por sus hechos los conoceréis".
He introducido esa frase por su rotundidad expresiva, así que me he puesto a escribir sin guion previo, pero reconociendo la validez del momento en que vivimos la realidad española: un gobierno tremenda y voluntariamente desfasado de su propia sociedad; una sociedad vapuleada con tsunamis legislativos que no son leyes sino constantes decretos del gobierno en su mayor parte; unos Ministerios que amontonan competencias, apenas relacionadas entre ellas; unos ministros, en varios casos indiferentes al contenido de su cargo, por ausentes o por falta de comparecencia (se colapsan trenes sucesivos en España y el ministro de Transportes está viendo partidos de tenis en Inglaterra); otros, no sé si ministros, pero sí alto personal del gobierno resulta haber mentido (presuntamente) sobre sus estudios en su currículo de acceso al cargo (y nadie dimite); servicios básicos que colapsan, como la electricidad (Apagón total en España durante un día completo) y la representante del gobierno que dirige la Red Eléctrica no dimite y alega que los mejores cerebros del mundo están precisamente en Red Eléctrica (pues pobre mundo, privado de tales beneficios...).
Mientras, el cambio climático aprieta y se une a la sequía coyuntural: pasan a peligrar por el fuego enormes zonas rurales, y otras muchas en sectores urbanos o suburbanos abandonados cuando las instituciones centrales o locales los dejan sin desbrozar, jugando con el paso del tiempo para no atenderlos a su costa; con Ayuntamientos que no se informan de la situación de peligro y dan largas al vecino cuando la expone, y eso si es que no se niegan directamente o echan balones fuera sin prever o intervenir a tiempo en situaciones de peligrosidad evidente, enconadas en verano, jugando a la ruleta de la suerte, por falta de competencia o por silencio administrativo, si es el caso, y quedan sin resolver a pesar de la urgencia. Luego pasa lo que pasa (grandes daños con grandes costes y desastres humanos), como suele en el oficialismo administrativo vigente, que siempre elude reconocer ante todo que ellos son empleados nuestros, de los ciudadanos. En realidad más parecemos siervos de la gleba o, como poco, pagadores obligados, por triplicado: al gobierno central, al gobierno autónomo y al Ayuntamiento de zona.
Y dejando para otro momento las dudas sobre el valor del mérito y la capacidad en los sectores administrativos, para no alargar aquí una entrada densa, os agradezco vuestra visita, y espero veros por aquí de nuevo.
La próxima entrada será subida, si todo va bien, entre el sábado 6 y el domingo 7 de septiembre
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