El 28 de abril de 2025, cuando en España perdimos un día entero. (I)

 Saludos para todos, amigos y visitantes. Esta entrada extraordinaria no estaba prevista (aunque también escribiré otra, anunciada para este fin de semana del 3 al 4 de mayo). 

     Las circunstancias sobrevenidas ayer (esto lo escribo el día 29 de abril) me han impulsado a tratarlo de inmediato, por su impacto, singularidad e importancia: Me refiero, claro, al total desplome del servicio eléctrico en España (que ha afectado también, en todo o parte, a Portugal, y al sur de Francia).

     Si yo hubiera podido mantener activa la serie de libros "Triannual" I y II (que ya no escribo),  este Comentario habría llenado muchas páginas en el que habría sido el último de ellos. Pero siendo una entrada del blog va ahora como la primera parte, y la segunda la subiré el próximo fin de semana, 3/4 de mayo, esto es, unos pocos días más avanzada esta misma semana. 

      Estas dos entradas serán un pálido reflejo de lo ocurrido durante todo el día 28 de abril pasado y aún parte de hoy día 9. Me voy a referir, como simple ciudadano (¿indignado?) a la repercusión que ha tenido en todos los sectores de la vida del país el desplome total del servicio de electricidad (que nos ha devuelto de golpe a una situación propia de la época medieval)... Es lo que le faltaba a España para redondear una especie de maldición inconcreta que nos viene persiguiendo y acosando desde hace varios años (y dejo al criterio de los lectores definirla a su modo, si quieren). 

      Hoy, y aquí, voy a referirme a mi propio día vivido ayer. Aunque mis jornadas normales están dedicadas, preferentemente,  a escribir o a leer, en algún momento indeterminado atiendo a cuestiones de la vida diaria: y exactamente a las doce y cuarenta minutos del día 28 --cuando empezaba a prepararme en casa para comer-- oí que una amiga me llamaba a viva voz desde el exterior, cuando pude escuchar mi nombre porque ya tenemos las ventanas abiertas al sol, y también me asomé y respondí, a pesar de que no es habitual ser llamada en persona de este modo. Era para decirme  que no había luz en su casa y me pedía que lo comprobase en la mía. Lo comprobé y resultó que en efecto tampoco tenía luz.

      Durante esa conversación que, en otros momentos habría tenido lugar por teléfono, igualmente me informó de que no respondían los teléfonos móviles ni los fijos. Poco después estaba claro que los interfonos de portales y timbres de los domicilios no sonaban. Y sucesivamente que los ordenadores estaban mudos por falta de servicio. No funcionaban frigoríficos, placas de cocción, microondas, calderas de calefacción, ni había agua caliente, ni televisión o radio, es decir, todo los instrumentos que entraban por cable o fibra óptica estaban inutilizados. Por suerte ninguna de nosotras dos necesitamos ascensor. Y al tener esa conversación "aérea" nos dimos cuenta de que no podíamos conectar con las familias ni nuestros  familiares con nosotras. 

     En aquellos momentos no teníamos claro qué hacer, seguramente esperar lo que en condiciones normales habría sido algo de tiempo. Así que nos despedimos y, como yo tenía casi dispuesta una simple ensalada me instalé para acompañarla con un vaso de agua y algo de pan, pero nada que necesitara calentarse. Mi amiga volvió a su casa para lo que pudiera preparar en su cocina. Cuando terminé mi comida --ya serían las tres de la tarde-- empecé a dudar sobre la duración del corte de luz y pensé retomar un libro novedoso para mí, prestado por mi nuera, que es la historia de la colonización de Brasil entre los años 1500-1600, y del que ya había leído hasta la página 100, de las 223 (autor Thales Guaracy) con texto original, en portugués.

    Pero ya inquieta por el continuo paso del tiempo sin más noticias, recordé que tengo --con poco uso-- un pequeño receptor de radio a pilas: la pilas son esas pequeñas baterías que tenemos en cantidad, debido a los numerosos mandos a distancia de aparatos electrónicos habituales, y que me valían en esos momentos inoperantes. Lo conecté y la radio ya estaba informando de que podían pasar muchas horas antes de recuperarse la energía. En esos momentos todavía no parecía tan impactante lo que estaba sucediendo --no podía saber si estarían mucho más informados que yo aquellos visitantes de este blog desde otros países, con mi agradecimiento por interesarse-- repito que no lo abarcábamos en  toda su importancia, porque a estas alturas del año ya luce en España la primavera y el sol, a pesar de las casi constantes lluvias habidas: Eso quiere decir que, siendo ayer un día soleado, teníamos luz del cielo casi hasta las diez de la noche.

   Pero las informaciones de la radio ya sugerían que la electricidad se repondría muy avanzada la tarde, y de manera discontinua a lo largo del país. Baste indicar que personas de mi familia que viven a veinte kilómetros de la ciudad en la que trabajan (y que tardarían en llegar en coche a su casa dos horas y media, con enormes atascos de tráfico) volvieron a tener electricidad ya pasadas las siete de la tarde. En cambio yo (y mis vecinos y resto de habitantes de mi zona, a unos diez kilómetros más alejados de la localidad antes mencionada y casi treinta de la ciudad principal) debimos esperar a las nueve y media de la noche para que volviera la luz con lo que, yo al menos, no necesité las velas, finalmente. Por supuesto, algunas zonas no la recuperaron hasta hoy 29, que es el día después. 

     Pasó el día 28 ayer con ascensores parados con gente en el interior, a la espera de ser auxiliados, normalmente por llegada de bomberos o por auxilio de algún vecino con habilidad suficiente. Vagones de metro (donde lo hay) donde se sacaba a la gente por los túneles hasta salir a una estación y de ahí a la superficie. Todas las líneas férreas del país inmovilizadas (luego sabríamos que por mucho tiempo más y, desde luego, toda la noche). Infinidad de viajes perdidos, citas incumplidas, horas sin trabajar, desalojos en museos y locales públicos, calles y carreteras atascadas. Quien, como yo, pudo disponer de su viejo receptor de radio podía seguir la situación y otras personas que tenían cerca su coche se mantenían en su interior escuchando la radio. Incluso, al igual que sucedió durante el confinamiento de 2020, colas de gente hasta la calle para entrar en los supermercados o tiendas a los que se podía acceder para comprar, eso sí, con el viejo dinero en papel moneda. Se escuchaban por la radio las intervenciones de personas afectadas, buena parte de las cuales (al no haber ferrocarril la noche del 28, tuvieron que pasarla dentro de los locales de las Estaciones, sentados en el suelo). Y, aunque los hospitales funcionaban con grupos electrógenos, algunas personas atendidas en su casa, o dependientes en ella de instrumentos sanitarios de carga eléctrica, pasaban su tiempo mirando al reloj, por el paso del tiempo para la recarga.

   En mi caso, mientras  la radio seguía informando de lo que ocurría, traté recordar dónde tenía yo (porque sabía que las tenía, pero no dónde, por no haberlas necesitado en muchos años) las velas que previsiblemente necesitaría encender a partir de las diez de la noche y localizar también mis tres linternas de apoyo, y conseguí recuperarlas y organizarlas para cuando fuera de noche. Pero justo pocos minutos antes de las diez, la reposición eléctrica llegó y lo evitó, en mi caso. Aquello me había entretenido durante un buen rato, hasta dar con las velas y tenerlas disponibles en los candeleros, siempre con el fondo radiofónico. Es cosa nada actual ni habitual necesitar semejante fórmula para tener algo de luz en el siglo de la Gran Tecnología, de la IA (Inteligencia Artificial) que lo ha de arreglar (o desarreglar) todo y que además --según noticas que he leído en la red-- la implantación del uso de la IA requiere una cantidad de energía casi infinita que... de algún sitio saldrá o habrá de salir...

    Además, un magnate tecnológico americano, que no cito por ser tan conocido, parecía saberlo de antemano y su opinión directa era que tal requerimiento extremo de energía para el uso de la IA... solo podría mantenerse disponiendo de suficiente energía nuclear. En fin, opiniones habrá con distintas versiones, pero en este caso, ¿no se estaban desmantelando poco a poco las centrales nucleares y alguna de ellas era por aquí?

   También, en una rápida pasada que he dado a noticias cortas en la red cuando dispuse otra vez del ordenador (ya no recurro a periódicos digitales, que eran mi manera de formar mi opinión con la lectura habitual de una docena de ellos, pero ahora son todos de suscripción, que no me puedo permitir), había algunas opiniones más sobre el crecimiento energético: se debatía el problema de cómo soportar la enorme demanda actual de electricidad mientras se estén instalando los nuevos sistemas de energía natural (solar, voltaica...) porque su implantación supone también el desmantelamiento progresivo de otros sectores energéticos de tipo tradicional. Y el trasvase energético de (o entre) unos y otros puede (o no) tener como resultado un eventual desequilibrio en la producción eléctrica total. Tal vez como ese mismo día 28 ha ocurrido... Pero quizá ha sido otra su causa, si es que es posible... si llega a saberse... y si es veraz.

    Pues hasta aquí llego hoy día 29 de abril de este año 2025 apenas empezado. Esta es una entrada imprevista, que obedece a mis pensamientos ayer sobre lo que estaba pasando, y a las noticias conocidas al día siguiente, hoy, sobre el suceso (del día 28 anterior). Una situación imposible que se hizo crudamente posible. Y que ha afectado a cuarenta y nueve millones de personas que lo han sufrido (por trabajadores, empresas, comercios, instituciones, público y población) una vez más dignamente y a sus expensas como ciudadanos. Y que redacto como un primer comentario personalizado, al que seguirá la continuación en pocos días.

   Será en la entrada ya anunciada para subirla entre el sábado día 3 y el domingo 4 de mayo, y versará también sobre mis impresiones posteriores sobre el mismo suceso, pero seguramente ya en lo tenga de increíble, incalificable e imperdonable. 

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